mayo 2012

Gabriel. Cuando la inocencia es tu peor enemigo

Romper con el pasado es más complicado que la trigonometría y el cálculo diferencial pensaba Gabriel mientras platicaba con su amiga Cristinne. Esta sin querer había tocado ese pasaje oculto de su vida que llevaba escondiendo tiempo atrás - Si pudiera regresar el tiempo y no hubiera puesto mis ojos en la aparente inocencia de aquella mirada, otra fuera mi situación actual- se repetía silenciosamente Gabriel y como si Cristinne hubiese leído sus pensamiento dió hilo a su conversación con la siguiente respuesta: - Sólo Dios sabe porque hace que sucedan las cosas de esa manera, querido amigo, tienes que serenarte y pensar con sensatez, nada ganas con seguir lamentándote; nada, que no sea mas que continuar dañándote-.

Gabriel era un chico inocente, discreto y corazón noble. Sumergido en una dinámica de trabajo y estudio que lo había llevado a ser un buen estudiante durante los últimos años de su vida. Se había hecho el propósito de sacar adelante sus estudios y de apoyar en lo que fuese necesario a sus padres para que juntos lograran este objetivo. Su familia de situación humilde, vivía en una casita tejida de carrizal con techo de cartón situada en una población donde las cosas se suscitan con tal calma y tranquilidad como el agua que lleva el caudal del riachuelo que parte a la comunidad justamente a la mitad. Los padres de Gabriel esmerados en su trabajo de campo hacían hasta lo imposible por sufragar los gastos que demandaba la escuela de él; devotos en su fe, diariamente asistían a depositar una racimo de flores silvestres a la virgencita de la única capilla en la comunidad, esto con la esperanza de pedir protección y buena salud para su único y amado hijo, no se imaginaban que ese día sus plegarias no serían atendidas pues el destino le había preparado una jugarreta a Gabriel que marcaría el destino de su vida para siempre.

La tarde caía y el sol casi adormecía a la par el cielo se teñía de naranja y la oscuridad comenzaba a ganar batalla a la luz de día. Gabriel como todas las tardes al salir del trabajo se disponía dar su caminata vespertina por el andador de la ciudad, pero esa ocasión su tarde iba acompañada de una inquietud diferente, aquella mirada inocente y penetrante rondaba por su cabeza sin hallar poder alguno que la hiciera desaparecer. Mientras tomaba rumbo a su camino habitual se hacia conversación y se preguntaba -¿será que me lo encuentre por estos caminos?, de todo el tiempo que llevo trabajando por estos lados de la ciudad no recuerdo haberle visto nunca antes, y, pensar que trabaja exactamente enfrente de mi, al otro lado de la calle  y no había logrado mirarle-. En su caminar, recordaba lo sucedido aquella tarde a través del barandal de su salón de clases. Una mirada penetrante lo inquietó y sin titubear busco de donde provenía hasta dar con ella. Justo cruzando la calle la encontró, esa mirada provenía de aquel hombre que se hallaba  recostado de marco del portón, de estatura media, complexión perfecta y una divina calidez en su mirada lo inquieto desde el momento en que cruzo su mirada con la de él, suficiente para dejar plasmado en él una inquietante sensación por querer conocerle. Aquel hombre con su mirada lo invitaba insistentemente a cruzar la calle para charlar frente a frente. Gabriel como siempre imperante en su timidez, optó por hacer caso amiso a aquel dialogo que pretendía sucitarse en aquel juego de miradas, dió media vuelta y se refugió en el fondo de su salón. A partir de allí el resto de las clases y la tarde que le acontencía lo mantenía con la incertidumbre de saber si aquella extraña ocasión había sido algo pasajero o podría suscitarse para algo más...

Miss Moshou: Falsedades

La falsedad me corroe. Vestida del pasado y del presente, como una collage de mi propio yo; un ciclo definido algo así como: cambio-aceptación-muerte-renacer. A cada paso me encuentro, me sofoco y tiemblo, el torrente sanguíneo parece buscar salida por cada poro de mi piel. Se siente asfixiado, reconocido, identificado. Siento la carga del propio jesús sobre mis hombros y no concibo como fué capaz de soportar tanto. Me siento ahogada en mi misma. Quiero correr, llorar y gritar al mismo tiempo ............. !estoy haaaaaaaaaarta!. Me ahogo en mi propio clamor. Esta maldita idea que llevo a cuestas, este maldito yo que me sosiega y siento que me limita, que no me dejar ser ni hacer más... ¡Quiero gritar estar hasta la madre de todo esto! y sólo ser mas natural. Cuanto anhelo arriesgarme, atreverme, no dejarme atrapar por mis pensamientos que me truncan en lograr avanzar y llegar a ese infinito tan anhelado. Agitada y colérica busco mis tines, los calzo y salgo corriendo eufórica y sin rumbo, el viento se torna agresivo y siento las bofetadas que deposita sobre mi rostro sin piedad y mis ojos a punto de estallar no sé si de rabia o de llanto. No puedo más, me detengo. Me dejo caer sobre mis rodillas como pidiendo perdón, lo peor de todo es que no sé a quien debo pedírselo: a la vida, a mis relaciones o a mí.  Lloró y al vaciar el llanto siento cada lágrima como un grueso y lastimero lodo resbalar por mis mejillas. Me siento sucia,  envuelta en un rídiculo mundo de porquería y de falsedad. Escarbo, me busco y no logro encontrarme. Me pregunto ¿En que momento me perdí?... ¿o será que no me he encontrado aún después de tantos años?... Me compadezco de mi misma y entre mis sollozos pido a Dios ¡Sólo quiero saber quien soy!

Miss Moshou: Amores Prohibidos

Disfrutaba de la tarde calurosa, el aire caliente circulaba allá afuera fundiendo todo lo que a su paso encontraba, pero eso era lo que menos me preocupaba en aquel momento. Un extraña sensación  lastimaba severamente mi corazón, sentía como si la iba deshabitando lenta y cautelosamente, mi primera impresión es el miedo, un escalofrío me recorre detenidamente y una extraña sensación se apodera de mí soliendo terminar con un berrinche como si un demonio que se apoderará de mí y me hiciera desconocerme por fuera y por dentro. Dejé que aquella extraña sensación que se apodera de mi ocasionalmente hiciera su arribo y desapareciera como en muchas otras ocasiones, relaje mi cuerpo, dispuse mi alma, me entregué a ella y el sueño se presentó. Recordé aquel mágico momento que vivimos el viernes, cuando me sentí la cenicienta de los cuentos de hada al estilo siglo xxi, el fondo musical era tan perceptible en mis recuerdos que las sensaciones que me provocaron tus manos al rodear mi cuerpo eran tan vívidas como si te hubieras transportado en aquel instante a la habitación y bailáramos al compás y ritmo de la música de la ocasión, sentí como la pasión nos envolvía en uno sólo, como la calidez de nuestros cuerpos formaban en ese preciso momento del tiempo la creación de una fórmula mágica desconocida, aquella conexión que se presentaba como desconocida me hizo viajar mas atrás en el tiempo y recordar cuando hicimos nuestro viaje hacia el cielo y las estrellas, todo parecía transportarme a una galaxia irreconocible casi inexplorable. Reíamos y nos sabíamos a la vez cómplices y extraños, como dos seres inexistentes que unen sus vidas por única ocasión en un espacio y lugar determinados dejando de lado la humanidad entera y todos sus ajetreos. Me sentía muy tranquila, sin miedos, disfrutaba cada segundo que el tiempo me regalaba, deseaba que todo se detuviera en aquel instante, cuando deseaba caminar contigo de la mano, ser tu amiga, tu cómplice, tu amante.

Un extraño ruido me despertó de aquella mezcla de viajes y me hizo regresar a la realidad. Aún sentía mi cuerpo estremecerse y al corazón palpitar con tanta felicidad que me era difícil conterlo, el aire en la habitación era tan liviana, tan diáfana, tu presencia aún me parecía tan perceptible y sentía como tu mano se desprendía poco a poco de la mía, queriéndose más nunca separarse. Estaba asombrada de que pudiera ser capaz de experimentar tanta felicidad, que un extraño pudiera hacer cambiar mi mundo por el de una realidad ajena y tan distinta a la que estoy acostumbrada, soñé con tenerte, con entregarme y dejarnos llevar el uno a el otro aunque en el fondo se que seguirías siendo un amor prohibido.  

Miss Moshou: La Soledad

Siempre haz estado allí y he sido tan ciega y tan cobarde por no saber como lidiar contigo, ni como enfrentarte. Siempre he sabido que soy temerosa, pero en estos días en que el vacío total de la casa se hace más perceptible siento que no puedo con el. Me levanto, enciendo la tele, camino, fumo, trato que la música calme la inmensa ansiedad que me saca de mis casillas, mi corazón se agita al compás de las pisadas del corsel en una carrera de caballos, grito, lloró, te busco, te encuentro, te veo, te huyo, corro, tropiezo, caigo y termino por entender que todo es producto de mis miedos. Un grito desgarrador se asoma desde lo más profundo de mi alma, siento como me recorre, como atraviesa cada centímetro de mi cuerpo buscando salir, queriendo escapar...¡Noooooo quiero estar solaaaaaaaaaaaa!. Me tiro y lloró amargamente....

Hoy me levanté mas tranquila, mas aliviada de mi mismo. Tomé el teléfono y acorde una salida con los amigos. El día paso tan rápido que creí no haber vivido en él. Llego la noche. Salí sola y sin mas compañía que los amig@s. Quería experimentar "la libertad", esa libertad que tanto ansío y que parece nunca lograré encontrar. Curiosamente en aquel encuentro sentí la soledad más profunda pese a que estaba rodeada de compañía, veía a mi alrededor y atinaba tomar en cuenta la conexión que los demás hacían entre sí, ese "click" que no logró conseguir. Callé, observé, reflexioné, y logré caer en la cuenta que siempre he preferido vivir contigo, me gusta fiel compañía querida amiga soledad.

He logrado abrir camino a entender que mis relaciones no tienen que ver con las debilidades y fortalezas que veo en el otro, si no más bien en que yo misma no he sido capaz de controlar la más minúscula de mis emociones, que mis sentimientos de miedo, ansiedad y frustración me han mantenido encarcelada y cegado culpando a todos los demás de mis problemas existenciales y abismales. Dejando caer el yugo de mi veredicto sin total contemplación sobre los demás. Cuando en el fondo de todo no hay mas culpable que yo misma. 

Ahora debo aprender a vivir contigo y saberme acoplar a tí y tu a mí, seremos fieles y buenas amigas porque al hacernos indivisibles lograré entenderme y traspasar al sendero que todos buscamos: la felicidad.

Miss Moshou: La Cita I


El humo del cigarrillo se elevaba e impregnaba el ambiente, al mismo tiempo, los recuerdos parecían dibujarse uno a uno en cada fumalora. El tiempo pareció detener su curso y el oleaje de humo vislumbra un pasaje de su infancia. Su larga cabellera sujetadas por dos pasadores formaban dos largas coletas que llegaban hasta la altura de sus pequeños y aun no desarrollados senos. La situación esa confusa, el primer recuerdo que evocaba su memoria era la reprimenda que le propiciaba su progenitor tras suscitarle un ligero golpe en la nuca, como intentando acomodarle las ideas creyendo que con esto sería capaz de hacerle comprender mejor las cosas. Ella confundida en sus sentimientos no alcanzaba a comprender porque era necesario aquel acto de agresión, cuando ella no sentía más que amor por su padre - ¿por qué me pegas, si yo te quiero?- El seguro y sin remordimiento alguno le contestó - ¡Yo también, por eso lo hago!. Su timidez no le permitía acercarse más a él y el miedo imperaba en aquella relación, ese miedo que no sabía sería su fiel compañero por muchos años. Su inocencia le hacía vivir bajo el estrato de aquel caparazón de miedo y timidez, sujeta de reglas y reprimendas que no comprendía, y que al mismo tiempo no le permitían gozar en plenitud su niñez. 
El recuerdo se desvaneció con la brisa que le susurro al oído como haciéndole saber en secreto que él había llegado al lugar. Su mirada se perdió en la entrada principal. Él de cabellera sinuosa y castaña, ojos cafés, cara alargada y ojos pequeños con su perfecto peinado caminaba como en compás con la nota musical; ella sentía un remolino de sentimientos que parecía desgarrar la carne que cubría su angustiado corazón. Hacía tantos años que no se encontraban y este recuentro removía todos sus sentimientos. El recelo y la impotencia que le hacía sentir transpiraban a través de los poros de su piel. ¡Cuanto odio! ¡Cuanta rabia y coraje!…—su corazón parecía detenerse y asfixiarla a si misma con a través de su agitada respiración—El simple hecho de verlo la hacía sentirse la mujer mas tonta y estúpida ¡Que ilusa había sido!, los recuerdos la vaciaban desde el fondo su ser recordándose haberse prometido que desde entonces no volvería a ser la misma ilusa como en  aquella relación. Hoy la vida le daba la oportunidad de ver el otro lado de la moneda…

Miss Moshou


Miss Moshou es delicadamente excepcional. Mujer atrevida, sonriente, buena amiga y de un estilo muy peculiar que dista mucho del que impone la moda en la actualidad.  Su alisada y despuntada  cabellera delinea perfecto su rostro claro y aguileño, sus ojos de ventanal a medio abrir se ocultan bajo el cristal de unos lentes de lectura cuyos cristales reprimen el verdadero enigma de su mirada; sus labios carnosos y bien silueteados hacen caso omiso del labial pues le resultan un sobrante su uso. Su sonrisa mágica y envolvente lleva implícita el sabor a amor y seducción  como lenguaje natural, al tiempo que sonríe la seducción que emana su cuerpo al caminar se unifican en una sola musical: fuego ardiente. Camina segura, altiva, atrevida y retadora, camina con la mirada fija y perdida en el horizonte como si retará al mismo viento, no tiene prisa y con toda pasividad se acerca al rincón de aquel lugar y se hace dueña de él. Toma asiento en el sofá de aquel rincón, cruza la pierna y deja entrever su seductora presencia a través del deleite que muestran aquellas medias entrecaladas color obsidiana, su zapatilla de gran y delgado tacón parecen hacer sintonía con la luz natural que inunda al lugar. Desliza su cabellera hacia atrás dejando al descubierto la perfección de su rostro. Acerca su bolso diminuto color marrón con detalles en color oro y extrae de él un cigarrera. El mesero se le acerca presuroso, como si por perder un segundo de aquel momento se estuviera escapando la vida misma. Le ofrece fuego. De sus labios emanan la primera fumarola volcánica con chispas de pasión y se fusionan con el eco musical que se escucha en el interior al compás de Nina simone y su Feeling Good. Ordena. el mesero se aleja. De su bolso extrae un cuadernillo de hermosura pasta que hacen juego con el color de sus ojos cafés. Abre una página. Otra fumarola. Escribe. El mesero se acerca y deja el pedido. Ella dirige su mirada hacia el reloj colgado en una pared de aquel lugar. El reloj muestra las seis con quince minutos. Sus mirada hace un recorrido por el lugar con la impaciencia de querer hallar a alguien. No encuentra su objetivo. Tenía una cita a las seis y al otr@ se le ha hecho tarde… 

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